martes, 25 de septiembre de 2012

Futuro cómplice

La distancia no me deja abrazarte con fuerza y gritarle al mundo que te amo. Amo tu generosidad. Demostración diaria de tu incondicionalidad. Amo cada segundo de nuestros días. Sencilla expresión de nuestra devoción mutua. Privilegio máximo de nuestros sentidos. Amo contemplarte. Deternerme en el tiempo, sin urgencias, ni prisas, ni imprevistos, sólo para asombrarme y emocionarme descubriéndote en el silencio profundo de la sorpresa diaria. Te amo. Y esta frase no es casualidad. Es una frase responsable y contundente. Noble y exigente. Emocionantemente comprometida con la felicidad, con la lealtad y con un futuro cómplice y eterno.

jueves, 27 de octubre de 2011

Al sur del sur


Escribo lejos de mi país. Escribo con una profunda pena. Incluso lo hago con torpeza.

La tragedia que enluta a Chile me ha removido desde lo más íntimo. Podría haber sido yo.¿Porqué no? Tantas horas de vuelo, tantas situaciones extremas y peligros excesivos.Jamás me lo cuestioné.Jamás me lo he cuestionado. Siempre he intentado hacer periodismo de excelencia.Periodismo de alta pureza, como el que seguramente los profesionales de TVN estaban desarrollando.
Porque muchas veces los periodistas damos las batallas más difíciles, incomprendidas, heroicas y silenciosas de todas.
Otra vez Chile…Al sur del sur donde siempre todo es más difícil.Al sur del sur donde todo parece más frágil y el sufrimiento invisible se esconde entre los bosques nativos y la inmensidad de la montaña.Donde el viento intenso y el frío insolente hoy se han detenido.Al sur del sur, en el fin del mundo.Ahí donde llueven lágrimas silenciosas que caen a ese mar que abrazó el viernes con la fuerza de sus aguas los cuerpos de los 21.
No me quedan palabras. Me quedo en silencio en la soledad de mi oficina para no ser inoportuno.

Mi oración y mi recuerdo.

Publicado en mi facebook el 5/09/2011

jueves, 9 de junio de 2011

Chilenos en el infierno: Favelas de Río de Janeriro

  
Hacía calor. Intenso, sofocante. Casi insoportable. Era tarde cuando el avión TAM aterrizó en Río de Janeiro. Sabía de la existencia de Pato, un chileno que según me habían contado, viviría en una de las favelas de la ciudad. Mi misión era encontrarlo. Hice varias llamados hasta que logré dar con un dato queme pareció confiable.

Me subí al taxi y le pregunté cómo estaba el ambiente en las favelas, sabiendo que hace pocos días hubo un enfrentamiento donde murieron ocho personas y un menor de cuatro años. Me miró fijo por el retrovisor. Abrió sus ojos grandes y profundamente negros y me dijo que las favelas están en guerra. Silencio. Segundos interminables donde solamente se escuchaba el sonido del aire acondicionado del taxi de José Carlos, bajo la mirada de ese Cristo Redentor de abrazo eterno y generoso, como el que esta ciudad me regalaba recién llegando.

Arribamos a Copacaba. Los turistas colapsaban las calles. Seguí las indicaciones que mi contacto uruguayo me había dado hasta que encontré a un hombre joven, de barba, pelo largo y sombrero sentado detrás de un mesón de artesanía. Nuestras miradas se cruzaron e inmediatamente supe que era Patricio. Sonriente, amable, tremendamente conversador. Comenzó a contarme su vida casi sin espacio para las preguntas. Sus ojos brillaban, sus manos acompañaban el relato. Sin parar. Contándome de sus miedos, de sus temores, de su amor por su familia, sus hijos, su mujer. Lleva casi 7 años viviendo en favelas. No le alcanza para más, me dice. En favela no se paga luz, ni agua y se cuelgan al cable. Para su realidad económica es la mejor alternativa, pero también el camino más peligroso, arriesgado. Casi temerario.

Mientras hablábamos sentí que le costaba comprender que yo quisiera ir a las favelas. Que quisiera conocer sus vidas, sus mundos. Para ellos es la realidad habitual, el día a día al que ya están acostumbrados, en el que han criado a sus hijos y al que regresan cuando terminan cada noche en la feria artesanal de Copacaba. Supongo que le llama la atención que alguien deseara sumergirse de forma voluntaria en ese mundo.

Me contó que salieron de Chile hace años con Yolanda, su mujer, en busca de nuevas perspectivas, de nuevos horizontes, de una mayor calidad de vida como artesanos. Por sobre todo de una mayor dignidad, me dice. Su relato es del corazón. Me cuenta que vivieron por años en la favela Cantagalo, una de las más peligrosas de Río que está ubicada en un cerro justo frente a Copacabana. Época de miedo, temor, desconfianza, inseguridad, amenazas constantes e intranquilidad. Así resume su paso por Cantagalo. Me cuenta cómo está organizado el “bando”, cómo operan los bandidos. La verdadera pesadilla que vivieron y siguen viviendo a diario.

La crónica de su vida cotidiana es apasionante. Pato parecía portar una sonrisa indeleble, perpetua, a prueba de adversidades. Estaba de constante buen humor, en un rasgo que creo que es el que mejor lo define. Aunque con lo poco riguroso que resulta generalizar, creo que está movido, al igual que el espíritu de este pueblo, por un optimismo invencible.

Me contó de armas, de cómo vio morir a “moradores” a los cuales los bandido les ponían neumáticos hasta el cuello para luego bañarlos en combustible y quemarlos vivos. Cómo se cruzaban a diarios con las armas, con las granadas, con gente tremendamente violenta.

Pato y Yoli tienen tres niños. Dos niñitas y un hombre. Los dos menores son brasileros. Eso les facilita las cosas, dice. Me cuenta que su hijo menor nació con un retraso motor. Y relata emocionado como en Brasil le han dado una mano ante esta delicada situación. Como en el hospital tiene un doctor de cabecera, kinesiólogo para el tratamiento e incluso una tarjeta para no pagar en la movilización pública. Eso jamás lo hubiésemos tenido en Chile, me dice.

Entre la conversación comienza a llover y poco a poco los turistas se esconden y desaparecen. Lo mismo hicimos nosotros. Pato y yo desarmamos su puesto cerca de las 12:00 de la noche. Me cuenta que consiguieron autorización para vender ahí hace poco. Antes lo hacían en la playa, con todas las dificultades que eso lleva. Hacen artesanía con piedras semi preciosas, con semillas. Collares, colgantes, aros, pulseras. Un trabajo tremendamente minucioso y de gran precisión.

Me dice que Yoli nos espera en la favela. Yo lo pienso. Es tarde, de noche y yo tengo que volver al hotel. Sin embargo, la curiosidad por sumergirme lo antes posible en ese mundillo fue superior y accedí a la invitación. Nos encaramamos en una kombi (como les dicen a las pequeñas camionetas que trasladan a los habitantes de estas barriadas marginales) que nos dejaría a los pies de la favela Vidigal, terminando la playa Ipanema.

Estaba oscuro. Solamente algunas luces indicaban lo empinado del ascenso. Las marcas de bala en las paredes son señal inequívoca de que estoy entrando a una zona en la que, ante la ausencia del Estado brasilero, el poder se encuentra en manos de los traficantes, tantas veces inmersos en luchas intestintas, con facciones rivales y también con la policía según me cuenta Pato. Me pide con evidente preocupación que no saque la cámara para grabar. Sigo sus instrucciones, ya que no quiero exponerlo a sufrir las represalias de lo que yo pueda hacer de forma imprudente. Un acto mal interpretado puede costarle caro. La cultura del miedo condiciona su vida cotidiana.

Subimos mil escalones. Pasillos estrechos y oscuros. Se siente el nerviosismo, la potencial amenaza. Seguimos subiendo escalas como 10 o 15 minutos hasta llegar a su casa. Los vecinos nos saludan. Las viviendas son diminutas: pequeñas cocinas, living angosto y dos piezas en el segundo piso. Las ventanas y las puertas abiertas para hacer frente al calor.

Yoli estaba esperándonos. Es una mujer joven. De ojos verdes intensos, de sonrisa cautivante y muy acogedora. Conversamos por más de una hora hasta que decido volver a Río. Ya era muy tarde. Bajamos por las escalas, una de ellas es “la de la muerte”, me dice Pato.

Una vez abajo, en la calle, dos jóvenes armados desde arriba nos empiezan a gritar. Están bien arriba en el cerro, pero los alcanzamos a ver. Pato está nervioso. 6.000 niños están armados en las favelas. Miles de ellos mueren cada año, víctimas de los enfrentamientos armados, entre la policía y los narcotraficantes que dominan estos territorios abandonados y absolutamente desamparados. Muchas de estas víctimas son pobladores inocentes.

Pato me dice que no los mire y que me suba al primer taxi que pase. Lo hago, nos despedimos y rápidamente escapo. Me quedo preocupado por él y lo llamo llegando al hotel. Me dice que está bien y que solamente querían saber quién era yo.

Estar en una favela es una experiencia delirante. No hay dos días iguales. Y cada rincón, cada encuentro, alberga la promesa latente de un descubrimiento, de una lección que aprender. Surgen mil preguntas, ¿Qué las trajo hasta aquí? ¿Por qué optaron por vivir en medio de este peligro inminente? ¿Cómo lo hacen para criar a sus hijos en un lugar en el que las armas y la droga se lucen a plena luz del día?

Al día siguiente llego con mi bolso a la favela de Pato. Quería vivenciar todo lo que me hablaban. Verlo, sentirlo y en la medida de lo posible registrarlo.

Conocí a Cecilia y Orlando. Son amigos de Pato y Yoli. Un matrimonio chileno que vive hace más de 7 años en Brasil. Me cuentan que fueron “moradores” una favela tipo “Ciudad de Dios”. Es decir, no favelas de cerro, sino planas. Me cuentan lo que vivieron. Que su casa estaba justo en la “boca”, es decir, en el mismo lugar donde los narcotraficantes venden cocaína y otras drogas. Vieron de todo. Muertes, violencia, abusos. Se refugiaron en su casa atemorizados por las represalias. Por el miedo profundo de morir solamente porque a un bandido no le gustó algo que dijeron o como lo miraron. Cecilia se emociona cuando recuerda. Tienen 20 años de matrimonio y 3 hijas. Son artesanos del cuero. Hacen carteras, bolsas y billeteras con sus propias manos y talento. Son entretenidos y tienen mil historias que contar.

Fuimos a hablar con el Gerente de la favela. Ellos me cuentan que en todos estos años viviendo en favela, jamás habían llegado a hablar con un gerente. Que los atemorizaba mucho, no obstante lo hacían por la empatía que logramos. Con cámara en mano subimos a la “boca”. El lugar donde opera el bando y donde se comercializa la droga. Ellos iban tremendamente nerviosos. Transpiraban. Casi no hablaban. Las callejuelas estrechas, las casas a medio construir, los niños negritos cruzándose, los gritos de la gente, las miradas intimidantes. El escenario por donde nos movíamos evidentemente era amenazador e inseguro. Finalmente llegamos a “la boca”. Había hombres armados y un joven de bigote sentado en una mesa llena de billetes apilados. Nos saluda de mano y nos hace tomar asiento. Los chilenos tímidamente comienzan a introducir el tema. Que yo quería entrevistarlos, saber cómo viven chilenos en favelas, y grabar el entorno. Mientras Pato habla yo miro el costado del pantalón del gerente. Usa un cinto con un arma. Me ve que lo miro y se cubre la pistola con la polera. No dice nada. Solamente escucha a Pato. Luego es mi turno. Algo de portugués hablo, e intento explicarle nuestro foco, nuestra intención. Le digo que soy periodista chileno y que quiero, además de todo lo que ellos habían anticipado, entrevistarlo a él y grabar a su gente. Sorpresivamente accede pero, con el compromiso que usarán pasamontañas. Me cuenta que todos los lunes le entrega a cada policía del sector 550 reales, es decir 300 dólares por su silencio. Todos los lunes 300 dólares. Una cifra no menor para dejar libre su negocio de venta de droga. Corrupción institucionalizada. Conseguir la autorización de los capos del narcotráfico que dominan esta favelas no me daba ningún grado de confianza o de certeza, menos de seguridad. Los gerentes son los jefes de las bandas de narcotráfico que rigen la vida de la favela. Ellos dominan con el temor, definen las reglas, hacen de jueces, andan armados y están dispuestos a matar.

Todos me comentan que los gerentes son intocables e invisibles: viven en el anonimato, son personajes míticos dentro de la favela, conocidos por la crueldad de los asesinatos que cometen .

Esa noche en la favela Vidigal se escucharon disparos. Nadie en la casa de Pato se preocupó mucho. Yo observaba con detención y con todos mis sentidos abiertos.

Vivir en una favela dominada por un grupo armado implica no poder salir por las noches, escuchar disparos a casi todas horas, asustarse si algún familiar se demora al volver del trabajo, estar constantemente rodeado de armas, de la posibilidad latente de un enfrentamiento. Una realidad estresante y absolutamente agotadora.

Aunque la perspectiva de las favelas que tuve a lo largo de mi estadía fue la del narcotráfico y las armas, lo cierto es que la realidad de estos barrios marginales es gente como Pato, Yoli, Orlando y Cecilia. Personas que bajan cada día a trabajar a la ciudad, que luchan con honestidad por sacar adelante a los suyos. Ellos son la favela, humildes trabajadores que intentan estar lo más cerca posible de las fuentes de empleo, y que sufren más que nadie la violencia tanto de los traficantes como de la policía.

Al día siguiente decidimos, en compañía de otro chileno llamado Gelo, recorrer tres favelas muy peligrosas: Cantagalo, donde vivieron ellos, Pavón y Pavoncinho.

Caminamos muchísimo. Bajamos Vidigal, cruzamos Ipanema y frente a Copacabana comenzamos a subir mientras me cuentan la muerte de Tim Lopez, un periodista muerto grabando en una favela. Me dicen que era conciente del riesgo que corría, pero quería denunciar los abusos a menores en los bailes funkies de las noches y la ausencia del estado en las favelas. Los propios moradores, preocupados por sus hijos, lo habían llamado, agregan. Pato y Gelo dicen que tras una semana de intensa búsqueda en la favela, durante la cual las autoridades nacionales y locales se acusaron de ineficiencia, la policía anunció que Tim Lopes había sido asesinado. Las declaraciones de dos traficantes detenidos, Fernando Sátiro da Silva, alias “Frei”, y Reinaldo Amaral de Jesus, alias “Cabe”, resultaron decisivas. Según ellos, Tim fue identificado como el autor del reportaje “Feirao do Po”, en el que denunciaba con cámara oculta cómo se vendía abiertamente droga en la favela, y por el que varios criminales entraron en prisión. El periodista Tim Lopes intentó entrar a grabar a una favela. Lo mismo queremos hacer nosotros. A él lo asesinaron.

Silencio. No hablábamos. Silencio.

Subíamos y solamente Pato interrumpía para decirme que no me quedara atrás. Mis ojos se perdían entre los hombres armados. Entre las calles angostas. Entre los jóvenes con pistola en mano. Silencio. Nos tomamos una cerveza al lado de “la boca” en la favela Cantagalo, donde Pato y Yoli habían sido moradores. Afuera todos armados hasta lo dientes. Un hombre negro indignado gritaba por radio y daba instrucciones. Portaba una M16 brillante. Cruzadas tenía dos armas en su pecho. El resto, todos, con armamento recortado. Yo transpirando sin polera solamente pensaba que en mi mochila tenía una cámara pequeña. Temía que me ordenaran abrirla y que se percataran de que era periodista. Decidimos bajar. Gelo nos llevó por las escondites que toman los bandidos para escapar de la policía. En una especie de túnel muy estrecho nos encontramos con un grupo de ellos. Con gritos y con armas en mano nos preguntaron de dónde éramos, qué hacíamos…Gelo les dijo que era morador. Le preguntaron por nosotros. Pato dijo que era morador y yo tímidamente dije lo mismo. Nos pusieron a un costado mientras cerca de 8 o 10 hombres armados incluso con granadas en el pecho pasaban frente a nosotros. Luego seguimos bajando. Nerviosos. Con la adrenalina a mil. En silencio. En silencio que marca, que duele, que hace reflexionar.

En la noche conocí a Gladys. Una mujer brasilera que habla muy bien el español, ya que estuvo casada con un chileno. A él lo mataron en la favela solamente porque a uno de los del bando no le caía bien. Murió de un disparo y dejó a Gladys con tres hijos. Ellos terminaron viviendo en la playa. Duchándose en las duchas para refrescarse y luego partir al colegio. Hoy dos de sus hijas estudian en la universidad. Su relato es conmovedor y tremendamente revelador del nivel de violencia que existe.






sábado, 10 de julio de 2010

Sobre tácticas y estrategias (Discurso ceremonia graduación Master, Aula Magna Universidad de Navarra)

Antes de llegar a esta prestigiosa universidad lo único que había leído sobre tácticas o estrategias, había sido un poema de Mario Benedetti que lleva ese título. Un poeta que me ha acompañado a lo largo de la vida siendo una permanente inspiración.
Con seguridad cada uno de nosotros recordamos el momento en que decidimos dejar la comodidad de nuestras casas para venir a Pamplona a realizar el máster pensando, quizás, en seguir creciendo profesionalmente en la universidad privada más prestigiosa de este país.
No somos los mismos que llegamos tímidamente en septiembre al edificio de la facultad de comunicaciones, con nuestras mochilas cargadas de espontáneos sueños, dispuestos a aceptar el enorme desafío de enfrentarnos a las exigencias académicas y a las dificultades propias de vivir, muchos de nosotros, a tantos kilómetros de distancia de los nuestros. No quiero dejar de agradecer la gentileza, amabilidad y siempre buena disposición de la universidad, para escuchar nuestras inquietudes, nuestros aportes y buscar una solución a nuestras necesidades. Pero especialmente quiero agradecer a nuestros anfitriones españoles del curso, Lina, Mikel y mi gran amigo Jaime. Gracias por vuestra generosidad, ayuda y sincero aprecio.
Como les decía, entramos en septiembre en una fascinante carrera intelectual en la que no cabían las detenciones, ni siquiera una tregua en el camino.
Mientras escribía estas líneas pensaba que siempre hay gente que viaja para coleccionar sitios, sellos en el pasaporte, postales, miles de fotos digitales y poco más. Otros simplemente viajamos para experimentar sensaciones, emociones, porque lo peor que nos puede suceder en un viaje es que no pase nada. Porque viajar, queridos amigos, es explorar y sorprenderse, es encontrar y es aprender…viajar es descubrir cosas, empezando por uno mismo…
Llegué, al igual que ustedes con muchísimas preguntas, y tal vez por eso me dejé llevar por el asombro a través de la lectura, del estudio profundo, de las largas tertulias, de los miles de casos analizados en grupo o de manera individual. Nos dejamos llevar por el sorprendente camino del trabajo bien logrado, del rigor, de la metodología, de la excelencia.
Hoy salimos al mundo a iluminar y a motivar. La motivación, está constituida por todos los factores capaces de provocar, mantener y dirigir la conducta hacia un objetivo. Y nuestro objetivo es traspasar a las empresas donde nos corresponda trabajar, todos nuestros conocimientos, habilidades y destrezas, estampando nuestra huella y nuestro sello, para ayudar a convertir a esa institución en una organización de excelencia, sólida y confiable. Así lo expresaba San José María Escrivá de Balaguer, fundador de esta universidad, en una homilía pronunciada el año 66’ donde decía: “Al realizar cada uno vuestro trabajo, al ejercer vuestra profesión en la sociedad, podéis y debéis convertir vuestra ocupación en una tarea de servicio”.
Las compañías donde trabajemos esperarán de nosotros entusiasmo y una guía firme para generar confianzas, para crear espíritu de unidad, claro, efectivo y sin límites. Esperarán que ofrezcamos pistas eficaces, enérgicas y bien informadas de la carta de navegación a seguir. Debemos transformarnos en espíritus inquietos, osados, con valor y coraje. Debemos convertirnos en un faro que ilumine la compleja navegación de los buques que nos corresponda dirigir, con ideas innovadoras, con creatividad, con cohesión y consistencia, para enfrentar las turbulentas y amenazadoras aguas en que se navega actualmente.
No hay actividad o profesión más apasionante que el periodismo y las comunicaciones. Ninguna que haga vivir tanto la vida como una permanente e intensa aventura, que exponga a quien lo ejerce a tantas experiencias sobre la condición humana y sus infinitas manifestaciones y expresiones, y que enseñe mejor y de manera tan auténtica, efectiva y real, las grandezas y miserias de la historia que se va escribiendo, que vamos escribiendo.
Han sido tantos los maestros que han dejado una impronta, una huella significativa en nuestras vidas en este tiempo. Recordaremos para siempre las clases de estrategia cuando hablábamos de conflictos, de flancos, de tácticas, de planes, de enemigos y de amenazas, de decisiones estratégicas. Terminábamos todos creyendo que nuestros escritorios eran verdaderas trincheras y que el enemigo sigiloso acechaba el aula del máster. Aprendimos que la guerra en una empresa que no se juega en las escaramuzas pequeñas, de pasillo, de petit comité, sino en un tablero mucho más amplio en el que cada uno de nosotros, como futuros directivos, debemos jugar un rol protagónico y trascendental.
Aprendimos también que el éxito en el trabajo en equipo se basa en las habilidades técnicas y en el conocimiento, pero por sobre todo en las habilidades personales e interpersonales. El desafío entonces está en desarrollar equipos humanos valiosos, valientes, honestos, responsables, innovadores y capacitados. El reto está en liderar e influir en esos grupos con creatividad y apoyarlos con entusiasmo en el logro de objetivos comunes. Necesitamos transformarnos en ejemplo para nuestros futuros compañeros y transmitir por medio de nuestras acciones y palabras, que nos movemos en este mundo por aspiraciones más significativas y nobles, por motivos trascendentes. Debemos generar admiración y respeto. Debemos atraer, cautivar y seducir con nuestras ideas, con nuestras formas, con nuestro estilo de permanente servicio a los demás. Debemos, en definitiva, convertirnos en líderes positivos en cada lugar donde sigamos nuestras carreras profesionales, impulsando siempre experiencias desafiantes que abran nuevos horizontes a las personas que trabajen con nosotros, permitiendo oportunidades de desarrollo personal hacia una mayor integridad, hacia una mirada emprendedora y apasionada por los nuevos desafíos.
Lo único que yo de verdad lamento dejar aquí en Pamplona, son los recuerdos de este tiempo vivido intensamente, que sin saber por qué ni cómo se amontonarán desordenadamente en nuestras memorias y en los corazones. No se dónde leí, pero me hizo mucho sentido: ¿para qué esforzarnos en recordar, cuando si de verdad algo sucedido importa, encontrará su manera de hacerse notar en el tiempo? Parte de nuestro equipaje de mano que llevamos a donde cada uno va, lo forman recuerdos fragmentados de las experiencias vividas en Pamplona y en las empresas donde realizamos nuestras prácticas, en esta universidad, entre nosotros y en nuestro espacio más íntimo.
Queridos amigos, es tiempo de renovar nuestras esperanzas, sueños e ilusiones, y fortalecer nuestras apuestas estratégicas para la vida. Intentemos reforzar el compromiso con el futuro, con nuestro futuro, encarándolo, enfrentándolo y desafiándolo con empeño, ambición y confianza, que nos permitan ayudar a construir un mundo más solidario, un mundo con más oportunidades, un mundo responsable, con más esperanzas…un mundo mejor.
Mi táctica es ser franco, mirar y aprender, tal como lo decía Benedetti en su poema…aprender de los errores, aprender de las personas, aprender de los ejemplos, aprender de las acciones, de los gestos, de los silencios, de las miradas. Aprender de Dios.
Mi estrategia es más profunda y más simple, mi estrategia es ser feliz…
¿Cuál es la de ustedes?

Muchas gracias.

Roberto Cabezas Ríos
Pamplona, España, 30 de Julio de 2010

domingo, 4 de abril de 2010

Grandes desafíos

Pienso que si tuviera que mencionar los rasgos más característicos de un líder, tendría que decir que para mí el liderazgo, es el proceso que permite influir con creatividad en otros y apoyarlos con entusiasmo, en el logro de objetivos comunes. Esos objetivos para el líder son grandes desafíos. Un líder, de esta manera, no espera que las oportunidades vengan a su puerta, es él el que las crea, si es necesario.


Considero importante precisar, que al menos para mí, un líder no necesariamente tiene que ser un jefe u ocupar algún cargo de poder. Un líder debe ser un ejemplo para sus compañeros y transmitir por medio de sus acciones y palabras, que él se mueve por motivos trascendentes, para que el resto de la organización (si se tratase de una empresa) también anhele moverse en la vida (laboral y personal) por estas motivaciones más significativas, vitales e imprescindibles. Esta honesta y leal actuación, creo, le conferirá a la larga plena autoridad entre las personas dirigidas o dirigentes. La ejemplaridad, desde mi humilde visión, es la única manera de alcanzar la autoridad, fin último del liderazgo. Con visión e identificación de objetivos claros y asequibles. Priorizando y siempre actuando con el máximo equilibrio. El líder debe ser una persona que genere admiración y respeto.

Quizás, una de las cualidades más distintivas, es su capacidad para comunicarse. Para mí un líder debe tener necesariamente carisma, es decir, ese especial y excepcional don de atraer, de cautivar y de seducir con sus ideas, con sus formas, con su estilo, incluso con su estampa. Creo que por esencia el líder debe ser empático. Crece y hace crecer a su entorno. Además, está permanentemente al servicio de los demás. Con respeto, siempre sumando, trabajando para multiplicar esfuerzos y creando constantemente oportunidades para todos. Un líder es una persona que ostenta el valor de la responsabilidad. Sabe que su liderazgo le confiere poder (a veces) y utiliza ese poder en beneficio de otros. El uso correcto de ese poder fecunda, acrecienta y fortalece la figura de autoridad del líder.


Demos un paso más en la descripción de características y cualidades de un líder. Debe identificarse, sin lugar a dudas, por su capacidad de planear, de establecer metas, de reconocer objetivos y establecer estrategias. Metas y objetivos. Tan simple, pero tan complejo a la vez. Un líder, ante momentos difíciles, escenarios adversos, de crisis o de tensión máxima, redirecciona esa energía y es capaz de convertirla en posibilidades y en ventajas.

Un líder siempre se inspira en la excelencia del trabajo bien hecho, de la tarea bien lograda. Además, debe tener la capacidad para dirigir un grupo con pasión, con optimismo, animando a su gente por motivos trascendentes y superiores, o también aportando esa cada vez más escasa actitud positiva, de persistencia y de pasión por lo que se hace. Apostando con seguridad y firmeza en el desarrollo de relaciones constructivas y virtuosas.

Un líder conoce sus fortalezas y sabe sacarles el máximo beneficio. Asimismo, sabe identificar sus debilidades y encuentra cómo transformarlas. Así es capaz de proponer un espíritu de innovación entre sus dirigidos, pero pensando siempre en la ejecución de esa idea desde un principio. Un líder fomenta la unidad, la motivación e identificación de todos los integrantes de su organización o de su grupo donde es parte.

Finalmente considero que el liderazgo necesariamente se alimenta de la permanente reflexión y de los momentos de silencio y soledad. El liderazgo se fortalece en la observación y en el convencimiento absoluto de que su proyecto o el de la su organización, contribuye a cimentar una sociedad más justa, más humana y más feliz.

lunes, 28 de diciembre de 2009

El aire es el paisaje donde flotan nuestras fantasías...



Decidí morir, recluirme en mi mismo, en mi cueva y no salí al exterior durante mucho tiempo. Mucho. Así, entre el dolor más profundo y la pena impertinente, he necesitado el silencio de la soledad absoluta para ver las cosas con perspectiva. A veces necesitamos hibernar. Estar un tiempo recluidos en una especie de burbuja invisible, y solos.
Hasta que soñé con el sonido del viento mil noches. Viento intenso. Brisa sana y pura que oxigenó mis pulmones y sobre todo mi alma. Porque soñar el sonido del viento, y no sé dónde lo leí, simboliza la fuerza de la vida, la energía y el vigor. El sonido de buenos vientos anuncia cambios. Porque que el aire es el paisaje donde flotan nuestras fantasías. Hoy soplan buenos vientos y el cielo me sonrie. Las nubes vuelven a acariciar mi manto de ilusiones. Porque siempre hay una nueva oportunidad para volver a amar,  para volver a confiar y para volver a querer. Estoy de vuelta otra vez. Poco a poco.

El otro día pensaba que me encanta cuando alguien me dice de la forma más natural posible...te echo de menos...y se nota quizás por el tono de la voz, o por la urgencia de la mirada...que lo dice de verdad. He vuelto a creer y a tener cariño genuino que me rodea y me llena de alegría. Espero que dure. Porque me hace feliz.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Para toda la vida



Cuando era pequeño me encantabar ir a casa de mis abuelos. Era divertido pero sobretodo era algo especial. Porque en aquella casa siempre pasaban “cosas”. Juegos, conversas intensas, historias de épocas pasadas…todo tipo de actividades maravillosamente orquestadas por ellos, que hacía que todo pasase y todo fuese posible.
En aquella época no hubiera podido decir por qué me fascinaban tanto aquellas visitas. Pero ahora, con la perspectiva del tiempo, sé exactamente las respuestas: mis abuelos eran personas enormemente contagiosas. Nos contagiaban su energía, su alegría, su pasión por la vida.
Mis abuelos –fuentes inagotables de contagio positivo- nos dejaron ya hace algunos años. No se si ellos eran conscientes de lo que contagiaban, pero lo hacían con generosidad, cada día de su vida. De acuerdo a mi experiencia me atrevo a sugerir que si experimentan en sus vidas un contagio constante, incansable, un contagio de “lluvia fina” como el de mis abuelos, el efecto queda para siempre, para toda la vida.