domingo, 27 de diciembre de 2009

Para toda la vida



Cuando era pequeño me encantabar ir a casa de mis abuelos. Era divertido pero sobretodo era algo especial. Porque en aquella casa siempre pasaban “cosas”. Juegos, conversas intensas, historias de épocas pasadas…todo tipo de actividades maravillosamente orquestadas por ellos, que hacía que todo pasase y todo fuese posible.
En aquella época no hubiera podido decir por qué me fascinaban tanto aquellas visitas. Pero ahora, con la perspectiva del tiempo, sé exactamente las respuestas: mis abuelos eran personas enormemente contagiosas. Nos contagiaban su energía, su alegría, su pasión por la vida.
Mis abuelos –fuentes inagotables de contagio positivo- nos dejaron ya hace algunos años. No se si ellos eran conscientes de lo que contagiaban, pero lo hacían con generosidad, cada día de su vida. De acuerdo a mi experiencia me atrevo a sugerir que si experimentan en sus vidas un contagio constante, incansable, un contagio de “lluvia fina” como el de mis abuelos, el efecto queda para siempre, para toda la vida.

1 comentario:

  1. Así era la vida en su casa porque yo creo existía amor verdadero. Con los años valoro aún más, toda su entrega.

    ResponderEliminar